Dos ojos resplandecientes vigilan la entrada del templo
diamantes celosos del más antiguo secreto, el Lenguaje
Una floresta de símbolos lo protege y los pocos desgraciados que pudieron observarlo
siempre dudan a la hora de describir su fugaz encuentro
Ópalos negros que miran y dictan el colapso gravitatorio de un alfabeto
que se desmorona hacia dentro por la masa de su propio sentido
La hiedra de la palabra trepa en espiral por las ruinas del santuario
y de las columnas asfixiadas por su toxina brotan verdes cacofonías;
un manantial de savia que alimenta la subterránea conversación entre los árboles cercanos
Si algún insensato consiguiera ver al felino que guarda la puerta
éste la haría comprender con su mirada que no es el hombre el enigma de la Esfinge
sino que ésta decidiera rebajarse a cualquier forma de comunicación con él.
Esta noche un poeta soñará y alzando su vista al cielo;
entre el verde fulgor de dos estrellas lejanas, oirá unos ojos que le devuelven la mirada
y que le harán comprender lo que más tarde olvidará al despertar.
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